5.8.12

Zorrito de verano

Escucho grmmpf grmmpf y me levanto.
—Yo sabía: ¡duraznos para el verano!
El zorrito colorado de cocina apenas levantó la vista a modo de saludo.
—Qué bueno verte, tanto tiempo. Supuse que andabas por ahí de romance.
Ahí sí detuvo su comilona de durazno y me miró fijo. Muy bajito dijo:
—Mmmh, no, no resultó.
—Eh, pero te gustaba mucho esa zorrita.
—¿Y desde cuándo eso tiene algo que ver con los resultados?
—Está bien, tenés razón. Lo lamento.
—No pasa nada, nadie se muere por esto. Eso sí, tu máquina de dibujar... grapcias.
—Epa, yo no tuve nada que ver, eh? No me metas.
Giró lentamente la cabeza y volvió al durazno. Rascaba con los dientes el carozo, arrugando un poco el hocico.
—Igual, no vine para eso.
Lo miré con atención. Su hermoso pelaje colorado a la luz del sol del amanecer veraniego se veía casi como siempre. Incandescente, sí, pero se le notaba un dejo de tristeza. Algo en la coloración, en lo esponjoso, ese brillo que solo da el esfuerzo por sentirse bien, pero no sentirse bien realmente. Como una sonrisa que no es falsa, pero tampoco espontánea. Me dieron ganas de abrazarlo pero me contuve. Esos dientitos no están por nada, lo sé.
—Me gusta que me visites en cualquier caso. Lo sabés. Tengo uvas también. De las verdes alargadas dulces. Lo mejor de febrero.
—Vine para retarte un poco. ¿Qué es eso de treparte mojada a la bañadera? ¿Estás loca?
—Te contó ese cocodrilo buchón, no lo puedo creer. Había un gorgojo en el techo, tenía que matarlo.
—Uno no elige a la familia.
—¡No es familia, es un gorgojo! ¿Qué hace un gorgojo en el baño? Ya saqué todo lo comestible del camino, los collares de semillas, los muñecos con relleno sospechoso. Están en la pieza, en el living, por toda la casa. Ya no sé qué hacer.
—Por lo pronto, no treparte al borde de la bañadera chorreando agua. Te podías romper el alma.
Le hice un pfffs yo, qué tanto.
Nos quedamos callados un rato. Él seguía con el durazno, de a mordiscos chicos, saboreando. Yo masticaba un poco mi indignación.
Supongo que de vengativa nomás dije:
—¿Y qué pasó con la zorrita? ¿Por qué no funcionó?
—Uno no elige a la familia —respondió sin dejar de mirar fijo el durazno—. Y no vamos a hablar de eso. No estás muy autorizada que digamos.
—Bueh, encima eso. Está claro que me va mejor con la caza del gorgojo. Y a partir de ahora, también me pongo en campaña con la caza del cocodrilo.
—Mirá que sos sonsa, eh.
—Pero qué duraznos te compro.
Si los zorros sonrieran, juraría que lo hizo. Un gesto, algo en la comisura de los labios que podría haber sido una sonrisa de zorrito, pero, en fin, volvió al ataque:
—¿Cuándo te vas a resignar a que los gorgojos están en tu vida aunque no quieras?
—Ah, no. Me mudo.
—Mudate y vas a ver cómo te siguen. La familia...
Lo interrumpí.
—¿Podés dejar de decir eso? Ya sé que la familia no se elige, qué tiene que ver con los gorgojos.
—La familia no se elige y sabés que lo digo en un sentido amplio de familia, no tengo que explicarte eso también, ¿no? Aunque hoy estás más sonsa que nunca, me temo.
Me senté en el piso de la cocina en silencio.
El zorrito terminó su durazno y me miró.
—Lo único que te digo es que yo tampoco elijo a mi familia. No te trepes más a la bañadera ni seca ni chorreando agua. Es peligroso. Y dame esas uvas que me decías.
Abrí la heladera y saqué el bowl con las uvas. Después pasó algo raro. Los dos fuimos a agarrar una a la vez y sin querer nos rozamos, su pata y mi mano.
Sin decir nada más, el zorrito se metió un racimo en el bolsillo y se fue, vaporoso, por la ventana. Lo miré hasta que se perdió entre las sombras de los techos del sol de verano.
Quiero creer que a veces las caricias tampoco se eligen. 

28.1.12

2 comentarios:

  1. susanette me avisó de la existencia del blog, y resulta que hace siglos te leía en siemprelista!
    como comentario general quería decir que me da mucha bronca el guión que le dan a zorro en dora la exploradora. merece tener un programa propio y con un guionista como la gente. eso. la radio está buenísima.

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  2. Personaje picarezco el zorro, casi siempre atado a ese rol. Me gusta despegarlo de esa mirada, admirar la belleza que porta y transmite, y leerlo en papeles diferentes e interesantes, como aquí.
    ¡Saludos!

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